sábado, 18 de abril de 2009

La máquina de leer los pensamientos

Es el título de la novela de Andre Maurois (Plaza y Janés, Barcelona, 1985), donde el escritor francés relata la invención del Piscógrafo, aparato capaz de registrar los pensamientos ocultos de las personas.

Ambientada en Estados Unidos, en 1925 y 26, la obra explora el valor de ese lenguaje interior producto de una hipocresía que evita decir lo que puede comprometernos.

No es el lenguaje de los "verdaderos" pensamientos, sino el de aquellos que nos guardamos dentro de nosotros mismos, desde los comentarios malévolos y las invectivas nacidas de la cólera, hasta las fantasías sexuales que permanecen enterradas en nuestra imaginación.

El asunto es interesante, pues plantea problemas como el de las formas del pensamientos, que no siempre son verbales, sino que a veces se presentan con imágenes, como en las intuiciones que permiten súbitamente relacionar conceptos, así como las relaciones entre el pensamiento y la acción: ¿qué importancia hay que dar a esos pensamientos que, por temor, nunca se llevarán a la práctica?; ¿lo que un hombre colérico llega a decirse en ese momento, hay que tomarlo como testimonio de su "verdadero" ser?.

En la trama de esta obra, que tiene la virtudes de la sencillez y la amenidad,
el descubrimiento produce desde divorcios y reconciliaciones (por ejemplo, cuando los dos cónyuges se dan cuenta, gracias a él, de que ambos son culpables de infidelidad en su imaginación), hasta suicidios, ocasionados por el desengaño al conocer lo que en su interior la gente piensa de uno.

A lo largo del libro, Maurois desarrolla a la vez una divertida sátira de la forma de vida estadounidense, de la "ley seca", nacida de un puritanismo hipócrita, que todos defienden pero que nadie practica, hasta la decadencia de la educación universitaria, como fuente de cultura, al subordinar los centros de estudios a intereses empresariales, que buscan impulsar la enseñanza comercial.

Ochenta años después, esas tendencias se han convertido en los problemas monstruosos del mundo contemporáneo: la llamada "guerra contra las drogas", versión más cruenta aún de la "ley seca" y, por otro lado, la destrucción de la belleza y de la justicia en aras del afán de lucro, como se lleva a cabo en el llamado neoliberalismo.

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